En la siguiente jornada reparto hubo, con desigual fortuna. Poco a poco llegaban y sus fardos de libros llenaban. Uno a uno, lentamente, la mercancía se repartía. Por ahora, aunque lento, todo bien. Más he aquí que la alegría cambió por porfía cuando de una caja basura apareció:
- ¿Qué es esto que ven nuestros ojos?- exlamaron al unísono.
Libros viejos, garabateados.
- !No es posible!
Pero se confirmaron sus temores y mucho tardaron en reponer su ánimo de nuevo. Usaron el ingenio. Cambiaron nombres, destinos, direcciones y lanzaron libros a montones.
Llegada la calma juntos volvieron, no con cierta pesadumbre, a encontrar descanso en la posada.
Manolo y Tatiana. Bibliotecarios de carga y descarga.
No hay comentarios:
Publicar un comentario