Último paseo de maletas didácticas,
último cargamento en trufi directos a la despedida de lo que
vinimos a hacer, del compromiso que meses atrás habíamos adquirido
y del que no nos cupo la menor duda que seríamos capaces de
cumplir.
Y como el que saborea un buen postre,
disfrutamos de la energía, del subidón de adrenalina que te da ver el
fin, el saber que algo acaba.
Tras ocho horas de camino por
carreteras no asfaltadas, con nuestro ya amigo Clemente al mando, se
abrió paso la humilde San Miguel, comunidad de aguas residuales en
las calles, plazas inacabadas, humeante basura al atardecer y agua
marrón en sus grifos con la que no puedes enjuagar ni tus dientes.
Tenía cierto olor a abandono, falta de compromiso y necesidad de
hacer.
Y como a hacer habíamos venido
nosotros, ahí estábamos, el lunes más puntual de toda nuestra
estancia, con los cursos más llenos que habíamos visto, las
primeras PDAS en el taller de matemáticas, retos de desdibujar el
halo de brujería al de yoga, sin necesidad de pedir dos veces los
materiales para la educación física, y con cien hortelanos
desafiando los retos de la impostación vocal.
A pesar del aire de las calles de San
Miguel, y el preocupante tema del agua, su escuela era como un
oasis, verde, limpia, cuidada...Uno al verlo piensa, si el más
preciado tesoro que tenéis es la escuela, todo lo demás puede tener
solución.
Inició la semana y antes de que
pudiésemos darnos cuenta, el baloncesto enfrentaba amistosamente a
los trescientos maestros, compartiendo mucho más que experiencias
del aula.
San Miguel nos despedía, y sabiendo
que semanas antes el llanto nos pudo y la desesperación en búsqueda
de soluciones ante la especialidad especial vivida en nuestro viaje
nos desbordó, la vida hizo uso de su archiconocido "una de cal
y otra de arena", de la mano de NANI. NANI decía, mientras caía
el sol en su escuela de niñ@s tan libres como su edificio ubicado en
la selva, con un único fondo verde... "cuando Paula nació el
médico me dijo que no andaría, que no hablaría, que no aprendería,
pero que tendría suerte, moriría pronto". Es entonces cuando uno
traga saliva ahogándose en su propio llanto y se pregunta qué puede
sentir una madre cuando oye eso... Respondimos pronto a nuestra
pregunta al mirar a nuestro al rededor, centro precioso con niñ@s
atendidos, mesas adaptadas para cuerpos que tienen el derecho de
tener otra forma, sistemas alternativos para los que vinieron al
mundo con otra forma de lenguaje, fisioterapeuta para el que
necesita masajear sus piernas para arrancar a caminar...
Y ahí, entre tod@s PAULA, que ya
tiene 37 años, cuatro empleos, una gran conversación y mucho amor
para dar, de ese que no sobra. No lee ni escribe, pero no teme a lo
nuevo, como el yoga, y tampoco eso le impide colaborar en una escuela
de kinder. El médico le dijo que tendría poco tiempo de vida, pero
a día de hoy ella para lo único que dice no tener tiempo es para
arreglarse las uñas a causa de sus empleos y pasiones.
Señor doctor que pronostica usted las
capacidades de las personas antes de dejarlas hacer, y que poco
entiende del amor que una madre siente por un bebé al que acaba de
ver, espero que haya tenido usted más suerte acertando los voletos
de lotería, porque lo que es las fuerzas de una niña, sus ganas de
hacer y vivir... NI IDEA.
Eso es exactamente lo que siente una
madre, el coraje, la fuerza del no rendirse, del no creer en lo que
le dice que se caiga, que se hunda, que abandone, que se de media
vuelta y lo deje estar, y como si del ave fénix se tratase, en mitad
de todo el dolor, NANI junto a PULLY crearon el centro más bonito
que habíamos visto, con las risas más auténticas. Él ahora con
forma de ángel, ella aún terrenal, esperan el certificado que les
de la calidad de público, tal y como debe ser, y de paso los
milagros que siempre llegan y les ayuden a continuar su optimista y
ambicioso proyecto. Como dijo Benedetti amigos, hoy les decimos, que
pueden contar con nosotros, no hasta una, dos o tres, contar de
verdad.
La escuela de San Miguel como hija, la
de San Ignacio como madre, la represa, el subidón de la noche en el
compartir de compañeros bajo el siempre festejo del karaoke,
hicieron difícil la despedida, el adiós inevitable pero no siempre
deseado.
Abrazados, literal y metafóricamente, al amor que Bolivia nos ha entregado llegamos a Santa Cruz abandonados al sueño y al preferir cerrar los ojos para no ver el conducir nocturno del que tiene tu vida en sus manos, con sólo veinticuatro horas para hacer una maleta e iniciar el viaje que nos reuniría con nuestros compañeros, aquellos a los que dejamos en el aeropuerto de Madrid un mes y medio ya, a los que seguro reconoceríamos, pero en los que al igual que en nosotr@s, algo ya habría cambiado.
Amig@s, compañer@ de proyecto e
ilusión, hoy, tras muchas dificultades, obstáculos, misiones
imposibles, con el lago TITIKAKA a nuestros pies, nos acercamos a
vosotros, rumbo a PERÚ.
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