30 julio, 2016

Semana de curso en Cabezas (provincia Cordillera)

Llegamos a Cabezas de la mano de Rosse Mary, directora de centro y segunda concejal del municipio. En la inauguración de los cursos suenan algunas palabras de bienvenida en guaraní.  Las autoridades y directores de los centros educativos beneficiados nos reciben con los brazos abiertos, pues son pocas las ocasiones en que los docentes tienen oportunidad de seguir formándose. Esto nos otorga responsabilidad y nos da fuerzas para dar lo mejor de nosotros mismos durante la semana.

Alumnos practicando una dinámica
Exposición durante el curso "Aprendamos de los árboles"

En esta ocasión, cada tarde el grupo debe separarse pues impartimos los cursos en localidades distintas: Flor en Mora, Fabia en Zanja Honda, David en Cabezas y Palmira en Abapó. Son kilómetros de distancia de ida y vuelta, tomando “trufis” y “flotas” que no siempre llegan a tiempo. Existen algunos problemas organizativos debido a que nuestra llegada ha sido un poco improvisada, ya que inicialmente los cursos de esta semana se iban a impartir en otra localidad. Sin embargo todo se compensa con la calidez de Rosse Mary y la presencia del concejal Rubén, que tratan de ayudarnos en todo lo posible. La comida casera de Evi, y por supuesto todo lo aportado por nuestros alumnos en los cursos, hacen que nos hayamos sentido acogidos y queridos.

Con niños de la escuela de Abapó
Alumnos de sexto nos esperan en su huerta










El jueves parte del grupo visita la Unidad Educativa 21 de septiembre de Abapó, comunidad guaraní. El proyecto de huertas escolares lleva vivo más de cuarenta años en este centro que dirige Óscar Hugo Aramayo. Son huertos de cultivo ecológico, y el conjunto tan grande que sería más propio llamar al centro huerto escuela. Las plantas crecen gracias al entusiasmo y trabajo conjunto de alumnos, docentes, director, padres y madres. Más importante aún: los niños crecen en aprendizaje mientras hacen crecer las plantas.

Resulta emocionante que cientos de niños y sus maestros nos esperen con tanta ilusión para mostrarnos sus huertas. Nos agasajan con cosas tan valiosas como su sonrisa y productos de su huerta: bolsitas de hierbas medicinales, platos de ensalada y una riquísima sopa de col y zanahoria que comemos juntos. Visitamos algunas aulas también. Todo parece vivo en Abapó. Cada uno de nosotros siente “ika viño yeye” (estoy feliz); cada uno de nosotros quiere decir a cada momento “yasoropay!” (gracias).  


Haciendo una entrega de libros
Igual de interesante nos resulta la visita a  la Comunidad Educativa Nuestra Señora del Carmen en Cabezas. Paul Mejía nos acompaña por las instalaciones. Este internado es un auténtico complejo con centro de formación técnica y secundaria, granjas, huerta, quesería, hornos, taller de corte y confección, centro de fisioterapia, centro de educación especial… Resulta increíble todo lo creado en sólo doce años de existencia del proyecto, gracias al trabajo del afable padre Robert Thames. El centro provee comida, refugio y formación a cientos de jóvenes procedentes de zonas alejadas o en situaciones de necesidad. Proporciona además servicios a la comunidad.
Con Rosse Mary, Paul, padre Robert y niños del centro




22 julio, 2016

Apertura de los cursos. En Concepción (Chiquitanía)

Primera semana de trabajo con el grupo de cuatro “profes” de AEPECT. Semana intensa pues queríamos preparar e impartir bien los cursos, y a la vez no perdernos lo que nos ofrecía Concepción: el lugar, la gente, sus tesoros. Aunque en América vayan las cosas despacio, todo ha pasado muy rápido, como el aletear de un colibrí. El viernes 22, cuando entregamos los certificados y cerramos el curso sentimos satisfacción y el típico desahogo que siente una maestra después de un curso intenso el día que se dan las vacaciones. ¡Viejas sensaciones recuperadas para algunas personas por aquí!
Trabajando en el curso de prevención de riesgos naturales
Salida durante el curso de Flor

Pasaban las ocho de la mañana cuando se realizó la apertura de las jornadas. Ahí estábamos en la Unidad Educativa Fe y Alegría Guadalupe, con las autoridades y los docentes. En un abrir y cerrar de ojos ya estábamos en el aula con nuestro puñado de compañeros mirándonos con curiosidad.


La semana transcurrió con bastante normalidad. Los asistentes mostraban un cierto interés, ponían cuidado en la preparación de sus actividades. Nosotros tratábamos de adaptarnos a su ritmo y demandas. Los resultados creemos que son buenos, ¡da la sensación de que desean probar en el aula las novedades que hayamos podido aportar! Por las tardes nos dedicábamos a visitar y conocer el lugar. Nos maravillaron la iglesia y los soportales de Concepción: la madera oscura torneada, los dibujos de tonos ocres. Las palabras del señor Milton en los museos y en la misma iglesia, su habla pausada y concisa, llenaron de claridad nuestras mentes: indígenas de hasta diez tribus, la llegada de las misiones jesuitas para fundar el pueblo…

Entre el trabajo y las visitas hay tiempo para el descanso
La represa es un lugar interesante para el descanso del cuerpo y de la vista. Tras esa masa de agua que ondeaba con la incesante actividad de sus habitantes, bajo el increíble cielo de los llanos bolivianos, se podía contemplar un anaranjado atardecer como no estamos acostumbrados a ver.


Tejiendo algodón en un telar


    En la comunidad indígena de Santa Rita conocimos manos morenas, manos sabias, que tiñen con plantas el algodón y después lo tejen.

Casas de la comunidad de San Juan
En la comunidad de San Juan, cabañas con techo de hoja de palmera,  hornos para hacer el pan, caballos, gallinas y cerdos sueltos… y las puertas abiertas. Nos agradó la tranquilidad con que nos recibió una familia al acercarnos a su casa. La escuelita era humilde y falta de arreglos, las estanterías de su biblioteca estaban casi vacías, con unos pocos libros en bésiro y castellano. Dos hermanas de cuatro y seis años, Erika y Andrea, nos acompañaron dadas de la mano. San Juan se quedó atrás entre polvo y palmeras, pero a nosotros se nos quedó un poco de esas niñas y de San Juan dentro.

De vuelta a Santa Cruz, subidos en la “flota”, pensamos en lo vivido durante la semana y nos preguntamos cómo será la que empiece. Próxima parada: municipio de Cabezas.

13 julio, 2016

Comienzo del voluntariado AEPECT Bolivia 2016


En el aeropuerto nos reunimos los integrantes del grupo de voluntarios de este año: Flor, Fabia, David, Palmira. Nos despiden Marisol y Alicia, de AEPECT, y Julio Berzal, de Aerolíneas sin Fronteras. Gracias a sus asociaciones, además del equipaje y la ilusión, viajan con nosotros cuatro sillas de ruedas que Infancia Digna se ocupa de entregar en un Centro de Educación Especial en Bolivia. La salida es ya parte de la aventura y no está falta de incidentes, pero llegamos al fin a nuestra puerta de embarque.

El avión nos va acercando a Bolivia, no sólo porque avanza sobre el Atlántico, también porque en la cabina vemos ya rasgos, acentos, modos de hacer.
Aterrizamos en Santa Cruz de la Sierra. Después de meses de espera, trabajo y preparación, después de esas últimas horas de aeropuerto y avión, estamos al fin aquí, ¡pisamos suelo boliviano!. Nos recibe sonriente Lidia Mayser, de la Asociación Infancia Digna. Tonos anaranjados en el cielo: un amanecer que parece símbolo del comienzo de esta experiencia, de muchas cosas que están por venir.

Nos agrada el patio del hostal donde nos alojamos, con sus simpáticos tucanes y sus plantas exóticas.

En estos primeros días nos movemos de un lado a otro por la ciudad, haciendo compras y gestiones para los cursos que impartiremos. De camino observamos, escuchamos, saboreamos, vamos descubriendo. Nombres del todo exóticos que oímos por primera vez, como suruki, bibosi, mocochinchi, urucú, comienzan a tomar significado en nosotros. Nombres y rostros que acabamos de conocer, de personas que nos ayudan –Lidia, Marco, José-, empiezan a resultarnos familiares y a formar parte de nuestro agradecimiento.

La próxima semana es ya la primera de nuestros cursos. Primer destino… Concepción.