22 julio, 2016

Apertura de los cursos. En Concepción (Chiquitanía)

Primera semana de trabajo con el grupo de cuatro “profes” de AEPECT. Semana intensa pues queríamos preparar e impartir bien los cursos, y a la vez no perdernos lo que nos ofrecía Concepción: el lugar, la gente, sus tesoros. Aunque en América vayan las cosas despacio, todo ha pasado muy rápido, como el aletear de un colibrí. El viernes 22, cuando entregamos los certificados y cerramos el curso sentimos satisfacción y el típico desahogo que siente una maestra después de un curso intenso el día que se dan las vacaciones. ¡Viejas sensaciones recuperadas para algunas personas por aquí!
Trabajando en el curso de prevención de riesgos naturales
Salida durante el curso de Flor

Pasaban las ocho de la mañana cuando se realizó la apertura de las jornadas. Ahí estábamos en la Unidad Educativa Fe y Alegría Guadalupe, con las autoridades y los docentes. En un abrir y cerrar de ojos ya estábamos en el aula con nuestro puñado de compañeros mirándonos con curiosidad.


La semana transcurrió con bastante normalidad. Los asistentes mostraban un cierto interés, ponían cuidado en la preparación de sus actividades. Nosotros tratábamos de adaptarnos a su ritmo y demandas. Los resultados creemos que son buenos, ¡da la sensación de que desean probar en el aula las novedades que hayamos podido aportar! Por las tardes nos dedicábamos a visitar y conocer el lugar. Nos maravillaron la iglesia y los soportales de Concepción: la madera oscura torneada, los dibujos de tonos ocres. Las palabras del señor Milton en los museos y en la misma iglesia, su habla pausada y concisa, llenaron de claridad nuestras mentes: indígenas de hasta diez tribus, la llegada de las misiones jesuitas para fundar el pueblo…

Entre el trabajo y las visitas hay tiempo para el descanso
La represa es un lugar interesante para el descanso del cuerpo y de la vista. Tras esa masa de agua que ondeaba con la incesante actividad de sus habitantes, bajo el increíble cielo de los llanos bolivianos, se podía contemplar un anaranjado atardecer como no estamos acostumbrados a ver.


Tejiendo algodón en un telar


    En la comunidad indígena de Santa Rita conocimos manos morenas, manos sabias, que tiñen con plantas el algodón y después lo tejen.

Casas de la comunidad de San Juan
En la comunidad de San Juan, cabañas con techo de hoja de palmera,  hornos para hacer el pan, caballos, gallinas y cerdos sueltos… y las puertas abiertas. Nos agradó la tranquilidad con que nos recibió una familia al acercarnos a su casa. La escuelita era humilde y falta de arreglos, las estanterías de su biblioteca estaban casi vacías, con unos pocos libros en bésiro y castellano. Dos hermanas de cuatro y seis años, Erika y Andrea, nos acompañaron dadas de la mano. San Juan se quedó atrás entre polvo y palmeras, pero a nosotros se nos quedó un poco de esas niñas y de San Juan dentro.

De vuelta a Santa Cruz, subidos en la “flota”, pensamos en lo vivido durante la semana y nos preguntamos cómo será la que empiece. Próxima parada: municipio de Cabezas.

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